Llevo toda la semana intentando que la cabeza gestione que una de las gatiñas de mi vida está marchándose. Llevo varios días bloqueada, mi cabeza no alcanza a entender que seres tan especiales se marchen de mi lado, seres que le dan a la vida color.
Sonita es una superviviente, una heroína de esas de cómic pero de carne y hueso. Dos veces al borde de la muerte, multitud de patologías pero ella siempre salía adelante, remontaba para sorpresa de todos y para felicidad mía. El apetito nunca la dejò.
Ella es especial, de perfil bajo, no le gusta el protagonismo ni la atención en exceso, necesita su rinconcito de soledad de vez en cuando pero siempre está cerca, siempre está ahí. Se nota, la noto, siempre observando, sabiendo las dos que es lo que queremos.
Con Soni tengo la misma sensaciòn que te dan las abuelas, que pase lo que pase siempre estarán ahí, que te harás mayor y seguiràn a tu lado. Como si el tiempo se detuviese.
Dos semanas ingresada y parece que los riñones esta vez sí que se están rindiendo. Ahora ya está casa, pase lo que pase quiero que esté en su hogar, con su familia, sus rincones y sus olores. Le cuesta comer, apenas camina y cada día que pasa se va consumiendo un poquito más.
Estas semanas están siendo de lo más lluviosas y lo que más pena me da es que no salga un rayito de sol para que ella pueda tumbarse, de las cosas que más disfruta.
Decía Benedetti que “es casi ley, los amores eternos son los más breves”. Ya lo creo.
miércoles, 18 de abril de 2018
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